martes, 1 de noviembre de 2011

Rafael Sanz Lobato, Premio Nacional de Fotografía 2011

Cada año el Ministerio de Cultura concede el Premio Nacional de Fotografía dotado con 30.000 euros, ha sorprendido a muchos porque Rafael Sanz Lobato no es lo denominado un nombre con fama, ni un  habitual del mundo fotográfico profesional o artístico actual.

Al ver algo de su obra, tanto su iconografía como su método de trabajo esforzado a base de coger el Seat 600 los fines de semana y patear los pueblos, me recuerda mucho a los tiempos más heroicos de Cristina García Rodero, pero Sanz Lobato, llegó antes y de hecho la influyó a ella, aunque su nombre no cosechara la fama. 

A mi personalmente me fascina la forma que tuvo de retratar mi tierra "Zamora". Donde descubrió para toda españa las procesiónes de jueves y viernes Santo de Bercianos de Aliste, según el su mejor reportaje documental.


Según el acta del Jurado, que le ha concedido el premio por unanimidad, “su obra constituye un puente entre la nueva vanguardia neorrealista de la posguerra y los métodos de observación fotográfica posteriores al 68. Su tema es la transformación del mundo rural tradicional y las culturas populares, que enlaza con el problema del neorrealismo, pero en una época en que su trabajo se despliega como la memoria de un mundo que desaparece. Su trabajo adopta un método de observación antropológica que tendrá múltiples consecuencias. Asimismo su enfoque documental actualiza el lenguaje fotográfico e influye en el fotoperiodismo contemporáneo.
Representa a una generación puente entre los 50 y los 70 cuya visibilidad ha sido relativamente menor en la cultura fotográfica española, precisamente por coincidir con un cambio de época histórica y política. Sanz Lobato se ha mantenido fiel a un método de trabajo a lo largo de su trayectoria de más de treinta años y el conjunto de su trabajo mantiene una gran coherencia y solidez. Su trabajo no ha tenido aún el reconocimiento que merece”.


Rafael Sanz Lobato (Sevilla, 1932) ingresó en 1964 en la Real Sociedad Fotográfica de Madrid. Un año más tarde  creó junto a diversos fotógrafos el grupo “La Colmena”. Tras la desaparición del grupo se involucró en la formación del “Grupo 5”. Desde sus comienzos, Sanz Lobato desarrolló una fotografía centrada en escenas costumbristas del campo, las ciudades de las provincias, las tradiciones festivas y el retrato. En 2003 recibió la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes por el conjunto de su obra documental antropológica.


El proyecto de Sanz Lobato quedó silenciado por las luchas de poder que desde el franquismo se impusieron en la Real Sociedad Fotográfica, en la que ingresó en 1961, con 29 años. "Ya no era tan joven. Tenía una cámara y una ampliadora, pero no me había atrevido a enfrentarme al documentalismo". El fotógrafo lamenta cómo toda una generación quedó marginada: "Nos consideraban unos desarrapados sin obras. Fuimos víctimas de una gran cacicada, durante y después del franquismo".

Pero la importancia memorialista del proyecto de Sanz Lobato no ha dejado de crecer. Su cámara recogió la transformación de las culturas rurales y populares. Un mundo hoy desaparecido que solo podrán estudiar y conocer las próximas generaciones gracias al empeño de hombres como él. "No me gustaba Madrid, así que me compré a plazos el seisncientos y empecé a pisar la piel de toro. Iba a todas partes: Galicia, Zamora, Extremadura... La gente de campo era maravillosa. Al principio salíamos en grupo. Pero cuando nos dimos cuenta de que todos sacábamos el mismo niño con mocos empecé a viajar solo". Durante esos años, Sanz Lobato trabajó en una empresa de maquinaria pesada o al frente del plan expansión de otra compañía. "He hecho de todo. Pero cuando llegaba el sábado me iba, al campo, con la cámara, y así hasta volver el domingo, de madrugada, justo para entrar otra vez la oficina".


Por eso, desde el grupo La colmena, Sanz Lobato fue pionero de un documentalismo fotográfico que encontraría en Cristina García Rodero su mejor heredera. Pero Lobato tiene un tratamiento de la imagen en blanco y negro más contrastado y atrevido que el de sus seguidores. Declarado amante del hecho que fotografiaba, viajó por la España del abrigo gris y el pan aguado, por sus fiestas y costumbres, sin caer en la cara folclórica de la postal bonita.

"He sido un fotógrafo marginado por motivos políticos. No he militado nunca ni con los comunistas ni con los socialistas, pero mi familia ha sido republicana. Mi visión de la sociedad ha tenido que ver con mi punto de vista humanista, pero los fotógrafos hablamos con nuestras fotos", cierra el galardonado para evitar hablar de sus resultados con la cámara.


No habla bien de los políticos, ni de los que gestionan la cultura. Dice que la ciudad no le atraía en absoluto, que viajaba al campo porque le interesaba más. Pero antes tuvo que superar su timidez. "Parece ser que he sido pionero en esto de la fotografía de tintes antropológicos. Pero al principio no me atrevía a hacer fotos en la calle. Eso cambió cuando me acerqué a la Real Sociedad Fotográfica".
Siempre militante, siempre muy crítico con la dictadura, es el mejor exponente de una generación perdida. Las nuevas corrientes vanguardistas de un país que entraba en democracia con ganas de olvidar y con hambre de color acabaron con el discurso neorrealista que Sanz Lobato defendía.

 

Premio a una generación

"Es una generación puente entre los cincuenta y los setenta, a la que no se ha hecho caso, ni estudiado, ni tienen exposiciones, ni visibilidad. Este es el primer premio que se da a esta generación, que quedó entre los Maspons, Cualladó y Miserachs, y el neopop", explicaba el historiador Jorge Ribalta, que ha formado parte del jurado.


Para el fotógrafo Juan Manuel Castro Prieto, Lobato es un reportero de "muy buen corte", que también lució su cuidado técnico en bodegones y retratos al final de su carrera. "Es un fotógrafo terriblemente técnico, muy meticuloso. Pero además es un fotógrafo de contenido muy humano. Injustamente olvidado, por eso este premio está tan bien dado. Su registro es más reportero y efectista", explica Castro Prieto, que alude al abandono que sufren los autores que formaron parte de la conocida Escuela de Madrid.

Rafael Sanz Lobato se colocó en el lado del testigo de un mundo que desaparece y en ello se erigió como uno de los últimos fotógrafos con ojos de antropólogo, que se entregó al tono documental del que hoy todavía se respiran aromas en el fotoperiodismo con más alma. Lobato lee todo lo que su vista le permite y, de hecho, los que le conocen aseguran que está más en los libros que en la cámara


Los miembros del jurado consideraron que el trabajo de este fotógrafo, que ha recorrido toda la España rural aunque que solo se ha dedicado profesionalmente a la fotografía, en el campo de la publicidad, durante una parte de su carrera, "no ha tenido aún el reconocimiento que merece". Según Sanz Lobato, siempre ha sido "un autodidacta" que ha recorrido un camino "largo y tortuoso" que le llevó, por ejemplo, a abandonar su fotografía de tema rural en blanco y negro por temas como la fotografía de coches en color en su paso al profesionalismo.

Sanz Lobato lamenta no haber tenido apoyo de las instituciones en Madrid. En declaraciones a la agencia Efe, Sanz Lobato se mostró ayer preocupado por la irrupción de lo digital en el mundo de la fotografía "como un elefante en la cacharrería" y por los ataques que recibe en este nuevo entorno "la fotografía creativa". Tambien ha criticado en declaraciones a Europa Press el "ataque frontal" que ha sufrido la fotografía creativa. "Amo tanto la fotografía que cuando veo algún golfo que se aprovecha de ella, siempre lo he denunciado".


Además, los miembros del tribunal han valorado la escasa visibilidad que ha tenido su obra en la cultura fotográfica española, precisamente por coincidir "con un cambio de época histórica y política".

Ahora os dejo con un magnifico video realizado por el Festival Emergent de Lleida con las imágenes mas impactantes y representativas de la obra de Sanz Lobato, al que premiaron en su edición de 2009.

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